Evolución humana reciente

Volvemos a ponernos en marcha tras un tiempo de parón. En estos meses nos ha sido imposible poder lanzar ninguna entrada, aunque sí que hemos estado preparando alguna que otra cosa, no os preocupéis, ¡seguímos por aquí! Pero hoy estaba claro que teníamos que hacer un esfuerzo por publicar algo y es que… ¡¡¡Cumplimos un año!!! Muchísimas gracias por habernos estado siguiendo durante este año y por todas las muestras de agradecimiento que hemos estado recibiendo, ¡sois geniales! Por eso teníamos que intentar sacar un hueco y preparar una entrada para agradecéroslo y hemos pensado que no hay nada mejor que dedicar una entrada a la especie que más a mano tenemos: nosotros. Esperemos que disfrutéis de esta pequeña entrada de evolución humana y otra vez muchísimas gracias por seguirnos, sois los mejores.

Evolución humana reciente

Cuando pensamos en la evolución rápidamente se nos viene a la mente la formación de nuevas especies, de cómo una especie ancestral termina diversificándose en varias. Pero la evolución no se restringe solo a eso, y es que se pueden ver los efectos de procesos de selección natural dentro de una especie. En concreto, hoy os queremos hablar de una especie en la que no se suele pensar cuando hablamos de evolución: los humanos (Homo sapiens).

Los humanos, como cualquier otra especie, hemos sufrido muchos procesos evolutivos, es algo intrínseco a nosotros. Además, los cambios que se han producido en nuestras poblaciones son bastante más recientes de lo que puede pensarse.

Durante la evolución de nuestra especie ha habido muchos cambios llamativos, pero probablemente ha habido un cambio alimenticio que ha marcado bastante nuestras poblaciones actuales: el consumo de leche. El consumo de productos lácteos provocó un enorme cambio en nuestra dieta, y es que somos los únicos mamíferos que continuamos consumiendo leche pasado el periodo de la lactancia. La lactosa (el glúcido que contiene la leche) solo puede metabolizarse en presencia de la enzima lactasa. Esta enzima es común en los bebés, pero deja de producirse pasado el periodo de lactancia (seguro que los intolerantes a la lactosa conocen bien esto).

Ahora bien, la leche es un alimento muy nutritivo y durante muchos miles de años, tras la consolidación de la ganadería, fue fundamental en algunas culturas. Esto hizo que aquellos individuos que fuesen capaces de mantener la producción de lactosa durante más tiempo pudieran consumir ricos productos lácteos y aumentar su probabilidad de supervivencia. Con el paso de las generaciones, la presencia de esta enzima en el organismo se fue consolidando durante toda la vida y podemos ver como aquellas zonas que tradicionalmente consumían productos lácteos tienen unos niveles de intolerancia a la lactosa mucho más bajos.

Mapa en el que se muestra el porcentaje de personas intolerantes a la lactosa (Wikimedia Commons). Se ve como aquellas zonas con larga tradición ganadera son más tolerantes.

Otro cambio evolutivo muy notable en nuestra especie es el de la anemia falciforme. Esta enfermedad provoca que los glóbulos rojos estén deformados con respecto a su forma normal, lo que provoca graves problemas a los que sufren esta enfermedad.

Ahora vamos a entrar un poco en genética clásica. Los humanos (como muchos otros organismos) somos diploides, lo que quiere decir que tenemos dos copias de cada cromosoma y, por tanto, nuestros genes están duplicados (esto no es así del todo, puesto que puede haber duplicaciones en algunos fragmentos, pero para este ejemplo vamos a simplificarlo de esta manera), es decir, que para un gen tenemos dos copias: una de nuestra madre y otra de nuestro padre. En el caso de la anemia, el gen que la provoca puede ser de dos tipos, los llamaremos normal y enfermo. Cuando tenemos al menos una de las copias del tipo normal nuestros glóbulos rojos serán normales. Pero si las dos copias que tenemos son ambas del tipo enfermo, sufriremos anemia falciforme.

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Esquema de las diferentes combinaciones y su efecto a la hora de sufrir anemia dependiedo de si se poseen cromosomas con el gen normal (verde) o con el gen enfermo (rojo).

Claramente, según lo que sabemos de la teoría evolutiva, esas copias del tipo enfermo deberían de hacerse cada vez menos comunes hasta que terminen desapareciendo de la población. Pero aquí es donde sucede algo curioso, y es que la anemia está muy extendida en algunos países africanos. ¿Por qué una enfermedad que debería haber desaparecido por evolución está tan extendida?

Imagen de glóbulos rojos deformes afectados por la anemia falciforme (Wikimedia Commons).

Resulta que la respuesta es la malaria. La malaria es una enfermedad muy frecuente en estos países y da la casualidad que la copia del gen de la anemia del tipo enfermo otorga resistencia a la malaria. Por ello, ocurre que aquellos que tienen dos copias normales pueden morir por malaria, y los que tienen dos copias del tipo enfermo sufren anemia. Pero los individuos que tienen una copia de cada tipo son resistentes a la malaria (porque tienen el gen enfermo que es resistente) y no sufren de anemia (por tener una copia del gen que hemos llamado normal). De ahí que la anemia sea una enfermedad bastante frecuente en estos países, y es que la copia del tipo enfermo es bastante importante en esos ambientes.

Pero ni siquiera es necesario remontarse miles de años para observar los efectos de la evolución. Hace poco los medios de comunicación se hicieron eco de que las cesáreas están afectando a la evolución humana. De primeras esto no parece tener mucho sentido, ¿cómo puede ser que una intervención médica para que nazcan más niños puede afectar a la evolución?

Bien, analicémoslo para entenderlo. En un parto normal, a medida que el bebé es de mayor tamaño tendrá más posibilidades de sobrevivir, pero si es demasiado grande o su madre tiene la pelvis demasiado estrecha, el bebé no llegará a nacer. Por ello, durante la mayor parte de la historia de la humanidad el tamaño de los niños ha quedado bastante bien delimitado.

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De manera natural el tamaño de los niños y niñas al nacer es similar al de esta figura. Los niños demasiado pequeños podrían tener problemas y no sobrevivirían tan fácilmente, pero si son demasiado grandes tendrían problemas durante el parto.

Sin embargo, durante las últimas décadas, y gracias a los avances en medicina, hoy en día pueden nacer muchos niños (entre los cuales me incluyo, por cierto) que no habrían podido hacerlo por razones naturales. Esto, hablando ya en términos evolutivos, posibilita que haya una mayor proporción de mujeres con la pelvis bastante estrecha y los niños sean cada vez más grandes, y es que ese filtro que suponía el parto para el tamaño de los recién nacidos está dejando de ser tan efectivo, por lo que la selección natural ha cambiado.

Como podemos ver el ser humano, como cualquier otra especie, también sufre los efectos de la evolución, incluso a día de hoy. Y vosotros, ¿qué pensáis? ¿Conocéis algunos casos más de evolución en humanos? ¿Queréis saber algo más sobre cómo nos afecta la selección natural? Hacednos llegar vuestras dudas y sugerencias en los comentarios.

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